Un debate muy sonado en años recientes es el de los vientres de alquiler. Por un lado, está la ilusión de muchas familias de traer al mundo a sus propios hijos, y por otro, están las discusiones sobre cuáles son las implicancias éticas de esta modalidad. En esta nota, resumimos algunas de las principales posturas que problematizan la gestación subrogada.
Primero debemos saber que no existe un acuerdo mundial sobre su regulación. En Estados Unidos, Canadá y Ucrania esta modalidad es legal y regulada, mientras que en España se considera una práctica ilegal. En América Latina, la gestación subrogada no está regulada legalmente en la gran mayoría de los países. De hecho, Solo dos estados mexicanos, Tabasco y Sinaloa, lo regulan en sus códigos civiles. Países como Brasil y Uruguay la permiten con ciertas restricciones. Por ejemplo, cuando la mujer no puede gestar su propio embarazo debido a enfermedades genéticas o adquiridas.
A favor se dice que esta modalidad permite a las parejas tener hijos biológicos y este es un argumento especialmente usado en países con baja tasa de natalidad. Por otro lado, quienes están en contra señalan que tener un hijo no es un derecho y en ese sentido, parten d ela idea de que el embarazo tiene efectos físicos y psicológicos para criticar que el vientre de alquiler es una forma más de explotación contra la mujer, especialmente contra las mujeres más vulnerables y que viven en situación de precariedad económica, sin muchas opciones para subsistir económicamente.
La gestión subrogada se ha convertido en una industria que mueve mucho dinero a nivel internacional y se apoya en la labor de las mujeres más pobres, las cuales se exponen a consecuencias negativas como hemorragias, histerectomías e inclusas muertes maternas. Sin embargo, del otro lado, algunas de las ujeres que realizan esta labor y ponen su vientre en alquiler piden que se respete la decisión sobre sus cuerpos.
Sin duda, estamos ante un debate complejo.