El incremento del número de cesáreas es un fenómeno global: el número de cesáreas casi se ha duplicado en los últimos 15 años respecto al periodo previo. En latinoamérica, 4 de cada 10 partos son por cesárea y en muchos de estos casos, el uso de esta práctica médica no se justifica. Como bien sabemos, la cesárea se debería conducir solo en casos difíciles; es decir, cuando el parto vaginal implica un riesgo para la madre o el bebé, debido al trabajo de parto prolongado, sufrimiento fetal, o porque el bebé se encuentra en una posición anormal.
¿Por qué deberia preocuparnos este aumento mundial? Porque aún se desconocen sus efectos en las nuevas generaciones. En términos de corto plazo, las cesáreas tienen una recuperación más complicada para la madre y en ciertos casos pueden conducir a fibrosis de la matriz. Las cesáreas también pueden hacer que una mujer tenga más riesgo de sufrir problemas con la placenta en embarazos posteriores. Los estudios han señalado, que los problemas de lactancia, la jaqueca y dolor de cadera post-parto son mayores entre las mujeres que tienen partos con cesárea y que los niños nacidos a través de este método tienen más probabilidades de declarar problemas respiratorios, como alergia y asma.
Los efectos en el largo plazo de estas cesáreas no han sido aún estudiados a profundidad. En ese sentido, todavía se desconoce el impacto potencial que puede tener haber nacido por cesárea en la salud psicológica y capacidades para el aprendizaje de los niños y niñas.